Desgaste emocional, Navidad, ansiedad y covid

Que 2020 ha sido un año complicado, nadie va a poder negarlo. El año en que la humanidad aprendió que la salud es lo más importante y no una frase que decir cada 22 de diciembre cuando el Gordo no vuelve a sacar tu número.

Una enseñanza que muchas de lasotrasmadres ya teníamos aprendida y que nos ha tocado ‘recuperar’, como si de un mal suspenso se tratara, porque nadie podrá negar que, cuando en tu casilla de salida ya hay miedo, el miedo mundial ante un virus invisible agrava el tuyo.

El miedo al virus. El miedo al contagio. El miedo a la muerte. El miedo a la soledad. El miedo a la inseguridad. El miedo a tener miedo de algo que antes amabas como es el dar un abrazo. El miedo al dolor.

El miedo al dolor físico y al dolor emocional de reabrir viejas heridas traídas por el fantasma de las Navidades pasadas. Porque, aunque no hayas pasado una Navidad en el hospital, estoy segura de que no soy la única que ya ha vivido unas navidades como estas.  

Unas Navidades de proteger y protegernos (como dice el mensaje de Renfe que escuchamos cuando vamos a la estación para verlo pasar). Unas Navidades de tres. Unas Navidades donde la ilusión de estar los tres VIVOS y juntos se intercala a la tristeza de no estar con los demás. Unas navidades como las de ahora.

Mi hijo nació en febrero, estuvimos 72 días ingresados por su hernia diafragmática congénita, y afortunadamente, salvo algún pequeño susto de fácil y rápida solución, no hemos regresado a un hospital excepto para revisiones médicas e ir a visitar a esas doctoras y enfermeras a las que queremos como parte de la familia. Pese a ello, las primeras navidades fueron en casa porque el miedo a los mocos, gripes, virus, bronquiolitis y demás virus respiratorios que podían afectar su pulmón lo inundaba todo ese primer año.

El año anterior no había sido mucho mejor. Desde octubre no podíamos salir de Madrid por riesgo de que se adelantara el parto y no tuviésemos La Paz cerca -los médicos habían sido muy claros: si queríamos darle una oportunidad, tenía que nacer allí-.

Por eso las del año pasado, tan ‘normales’ fueron tan especiales. Por eso estas que evocan viejos recuerdos, agotan.

No sé si os pasa que sentís un vaivén emocional difícil de describir. Yo estoy muy bipolar. Desde hace unos días, más.

El teletrabajo, estar en pueblito bonito alejados del mundanal ruido y de la gente… tiene sus cosas buenas, pero también sus malas. Estamos solos. Y eso en una persona social como lo soy yo desgasta. Echo de menos cosas tan estúpidas como ir de compras y otras mucho más profundas como un café con amigas.  

Recuerdo aquellos cafés con amigas durante las tardes de estudio. En Café Quina. La verdad es que no sé si aún sigue abierto… El original, un establecimiento precioso y pequeñito en pleno centro, no. Sé que luego el propietario abrió otro más grande, pero hace tantos años de esos cafés que no sé si por el covid19 o por el tiempo seguirá abierto. Nota mental: cuando todo esto pase me acercaré a comprobarlo.

Si la otra maternidad, la de lasotrasmadres, la maternidad excepcional, ya va muchas veces acompañada de la soledad (por todas esas cosas que no puedes hacer por miedo a contagios o por las emociones que nos invaden), este maldito virus no ha hecho si no aumentarlo. Veo las fotos de marzo en las que hacía Zoom con amigos y me veo mucho más joven (también delgada) que ahora.

La pandemia me ha traído una ansiedad tan bestia que la he calmado comiendo. Unos pantalones que me compré un par de semanas antes de que todo explotara -cuando ya oíamos hablar de Wuhan pero todas pensábamos que esto era como una gripe- es oficial que ya no me entran. Pero que todo sea eso.

Volver a mi peso de antes es algo que me costará. Pero me duele más reconocer que volver a dar abrazos y besos a la gente que quiero. Volver a ir a un concierto o a una sala de teatro. O a un restaurante cerrado… También.

Cuando nos detectaron la patología de mi hijo ya nos advirtieron de que durante un tiempo nuestra vida sería distinta: menos social, tocándonos menos y, sobre todo, más al aire libre. Evitando mocos y febrículas. Sin tocar. Yendo siempre con el gel hidroalcohólico, incluso a veces… con mascarilla. Puede que revivirlo todo sea lo que agote.

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